miércoles, 6 de febrero de 2008

Miguelo de primera


Miguelo de primera (cuento de fútbol) por Fede Martinez. Ilustración Seba Farias

Esa mañana de domingo me levanté distinto, confiado, con una alegría que sorprendió hasta a mi pobre viejita.
Tomé mi mate cocido con pan y salí al patio de tierra a patear contra el paredón de madera. Pum de derecha, pum de izquierda, más de una madera terminó quebrada de tanto recibir pelotazos. Así por lo menos hora y media. El solcito primaveral que me pegaba en la espalda ya me había robado el buzo y la remera y mi cuerpo empezaba a entrar en calor y en color cada vez más rápido.
A comer gritó mi papá Héctor, así que lavé mis manos y mi cara a esta altura llenas de tierra y sudor, antes de sentarme en la mesa.
Mientras almorzábamos mi padre me dio la peor noticia que podía esperar un domingo..." Mirá Miguelo esta tarde no voy a poder ir a verte, tengo q hacer un reemplazo en la fábrica, se me hace imposible, yo sé que ya sos grande y sabrás entenderme.."
Creo que se me cayó la cara sobre el plato y mi pera se quemó con el guiso carrero que había hecho mi tata, porque sentí un calor que recorrió todo mi cuerpo hasta hacerme transpirar.
Pasa que mi viejo, mi hincha número uno, mi espejo, mi mejor crítico y defensor, no iba a verme jugar, después de seguirme incansablemente por distintas canchas y pueblos de alrededor, nunca había faltado, nunca. Siempre estaba presente, con lluvia, frío, viento, si el último partido había soportado el granizo que cayó de golpe y que echó a los pocos padres que nos estaban mirando.
Cómo podía ser? Siempre que él iba me sentía respaldado, sabía que su grito de aliento estaba detrás del alambrado para ayudarme a que las cosas me salieran de la mejor manera.
Terminé de comer a duras penas, en cada bocado me parecía tragar arena de la forma que raspaba mi garganta, y sólo pasaba con un poco de agua que desaflojaba el nudo q tenía en la garganta.
Fuí a mi habitación, enrollé las vendas, lustre un poco más mis botines, junté del respaldo de mi cama el rosario de mi abuela, ése de madera que tomé prestado el día en que se mudó a pocas cuadras de casa, pero lejos de la realidad. Un rosario similar al que le regalé a Catalina, mi novia, nada más que ella no sabe que era de mi vieja y lo que representa para mí que ahora esté en sus manos, se lo dí porque se que lo sabe cuidar. Terminé de guardar todas las cosas en el botinero, abrazé a papá y luego de darle un beso en la frente a mi madre, me fuí pateando toronjas camino a mi querido Club Social y Deportivo Sarmiento. Ahí donde jugaron todos los hombres de la familia, aunque dicen que la tía Elenita era la q mejor jugaba, pero en los años 60 no estaba bien visto que una mujer juegue al fútbol.
Al llegar, me dirigí hacia el vestuario para encontrarme con mis compañeros de la reserva, al cerrar la puerta del vestuario volví a sentir lo mismo que al despertar, la sonrisa volvió a mi boca. Más aún cuando el DT me vaticinó..." Miguelito no te cambies todavía tu partido empieza más tarde, hoy jugás en primera..."
En ese momento un escuadrón de pingüinos golpeó mi cabeza, helando mi sangre. No sabía si ponerme contento, agradecer, llorar, gritar o patalear, lo único que hice fue quedarme mudo y con bronca por no poder ir a contarle a mi padre la novedad. Pensé en tomarme el subte y contárselo, pero entre viaje de ida y de vuelta a la fábrica no iba a llegar para el comienzo. Me puso mal el hecho de saber que le encantaría ver mi debut, se iba a sentir con culpa seguramente.
Al llegar la hora del partido mis piernas comenzaron a sentir un leve cosquilleo que subió hasta mi estómago. Logré tranquilizarme pensando que la titularidad no era mía de forma segura, algo que descarté inmediatamente al ver que el utilero me daba la camiseta número 10 con una sonrisa picaresca y diciéndome..."No te aflijas, entrá y hacé lo que sabés, como siempre..."
Esto no puede ser, pensaba una y otra vez, tanta alegría, así tan de golpe y no tener la dicha de que mi viejo la vea. Sentía que todo iba bien y cada vez mejor, pero mal a la vez, era inentendible para mí.
Salté a la cancha, toqué el cesped con mi mano derecha, me persigné mirando al cielo (como pidiendo ayuda) y después corrí inconscientemente hacia el lugar que ocupaba papá para levantarle el pulgar saludándolo en forma de cábala. Pero justo ese día q más lo necesitaba no estaba allí.
Durante el partido estaba casi ido, pensando en otra cosa, hasta que " Cachito " Gonzalez, nuestro DT, me llamó la atención desde el banco para que me
concentre y haga mejor las cosas. Ahí me dije: Bueno, ya está o aprovecho la oportunidad que me dieron o me sacan y termino más triste de lo que estoy.
El encuentro era feo, chato, como dicen... un 0 a 0 clavado. Hasta que estando parado en la media luna del área grande, recibo un pase perfecto y al darme cuenta de que estaba sólo, sin marcas, saqué desde lo más profundo de mi ser un terrible zapatazo q se clavó en el ángulo superior izquierdo del arquero contrario.
No lo podía creer, desaté una carrera desenfrenada hacia ninguna parte, me saqué la camiseta (abajo tenía una remera que decía, PARA VOS VIEJO) la revoleé para todos lados, estaba loco, no sabía qué hacer, mis compañeros me abrazaron tanto que terminamos tirados todos en el suelo.
La dinastía de los Hernández seguía haciendo historia en el club donde jugó toda la familia.
Una vez terminado el partido, que a propósito perdimos 3 a 1 (pero a mí poco me importó porque ese día el gol para mí equipo lo había hecho yo) y luego de comer las típicas hamburguesas a la parrilla que con tanto esmero nos regalaba la comisión de padres, emprendí la caminata de vuelta hasta casa con una gran sorpresa de regalo. Ese día batí mi propio record, caminé 30 cuadras en sólo 15 minutos, estaba muy ansioso por llegar.
Al entrar a casa y mirar sobre la mesa, noté que había un papel, el cual ignoré por completo, porque preferí acercarme hasta la habitación de mis padres para contarles mi hazaña. Pero al abrir la puerta y encontrarlos durmiendo profundamente, no me quedó otra que esperar hasta la mañana siguiente cuando ellos despertaran.
De vuelta en el comedor, tomé por curiosidad el papel que vi al llegar y q sin darme cuenta tenía mi nombre. Lo abrí y efectivamente era una nota para mí que decía... " Miguelo sabía lo de tu debut en primera, preferí decirte que tenía que trabajar para que puedas jugar tranquilo, lo hiciste muy bien y convertiste un golazo de otro partido. Te quiere. Tu papá..."
Un arsenal de lágrimas explotaron de mis ojos y una mochila muy cargada de tristeza saltó de mis espaldas. Es que mi viejo, ése que pensé que había faltado, estuvo más presente que nunca, como siempre a mi lado, disfrutando.
Lo que sí, aunque nunca se lo dije, es que presentí que había ido, porque una vez que hice el gol escuché su gruesa voz, justo detrás del arco donde había convertido.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Vieja, cada vez mejor... muy emocionante, posta, tengo la piel de gallina.
La verdad que te felicito fede xq sos una masa. te mando un abrazo grande y segui asi q vas joya.
Seba, a vos tambien te felicito, pero dejale un poco de gloria al narrador... jejejeje

Anónimo dijo...

chicos la verdad q lo d uds es fantástico!! cada vez mas emocionantes los cuentos y ni hablar d los dibujos! unos genios los dos! sigan así..no paren q está bárbaro lo q hacen...un beso grande!! su admiradora..naty

Anónimo dijo...

chicos!!!! los felicito de corazon, cada ves mas lindo, mas emocionante, mas atrapador todo su talento!!! el tuyo ya lo conocia seba: sos un grande!!! y vos fede cada ves nos sorprendes mas!!!!
la mejor de las suerte en este nuevo proyecto!!!! y cuando las cosas se dan tan de casualidad salen mucho mejor!!!!! besos a los 2. Romi...

Anónimo dijo...

loco!...se me caen las lagrimas boludo! pero es porque estoy sensible eh! no te creas que es tan bueno...no mentira fede, muy bueno el cuento! a veces los padres tenemos esas "cosas", que los hijos ni se enteran...suerte!

Anónimo dijo...

martitiri.... muy buenos cuentos... espero que sigan así. la prox. pongan los nombres reales, que ya se notan quines son los actores... un beso. Fiore Pele (la hija de proximo DT)

Anónimo dijo...

me emocionó... muy bueno el cuento! La niña manos de tijera

Luis Ricardo dijo...

Bien, bien bien bien.

Anónimo dijo...

yo leo
tú dibujas (o tú escribes)
él escribe (o él dibuja)
nosotros comentamos
vosotros armáis vuestro blog
ellos los envidian...

saludos conjugados para la segunda y la tercera persona del singular