domingo, 21 de diciembre de 2008

Soñando despierto (por Fede Martínez)

De chicos tanto mis hermanos como yo, no fuimos de pedir cosa por pedir. Sabíamos que primero había otras necesidades; antes que algún juguete, solíamos pedir un Topolino o un Jack con sorpresas; en fin, baratijas que sin dudas nos hacían muy felices.
Lo que si, por lo menos yo, siempre tuve sueños. Pocos, nada irracional, sino más bien que estén a mi alcance para poder cumplirlos.
Sin dudas, el que siempre rondaba en mi cabeza era el de salir a la cancha con los jugadores de mi equipo; de mascota como se dice. De pibe cuando iba a la cancha y veía que un chico o un bebé saltaba de la mano de un jugador, me metía por unos segundos en su cabeza y trataba de imaginarme lo que pensarían en ese momento tan glorioso; por lo menos para mí.
Quizás, para más de uno representaba darle el gusto a su padre para que después comente la hazaña de su hijo en las peñas con sus amigos. Para mí era algo inexplicable poder estar con la gente que alentaba cada sábado, por la que me quedaba ronco de tanto cantar.
Los años pasaban y yo crecía, pero mi sueño de niño seguía vigente; dentro de mí sabía que ese día iba a llegar.
Fue así como un 12 de diciembre de 1993 (cumpleaños de mi abuela) mi viejo me llamo gritando con enojo a su habitación, para hacerme una pregunta que me desconcertó.
_¿ Cómo vas a entrar a la cancha ?.
_¿ A la cancha ?- pregunté sin entender.
_ Si, a la cancha.
_ ¿ A la cancha, cancha ? o ¿ al estadio ? digo...a la tribuna.
_ ¿ Que entendés por cancha vos ?.
_ ¡ El césped ! - dije sin respirar-.
_ Ah no, yo te digo la cancha.
_ Papá por favor me estás mareando.
_ Ponete la camiseta que nos vamos.
_¡ Pero faltan tres horas para el partido ! ¡ Encima hace un calor de la Madona !.
_Hace caso, te espero en el auto.
Busqué la casaca y salí corriendo sin entender nada.
El viaje hasta la cancha fue casi eterno, mi viejo me miraba y se reía de manera pícara. Por dentro intuía algo, pero no quería ilusionarme en vano, preferí quedarme callado y esperar a que pase lo que tenía que pasar.
Al bajar del auto, tuve una sensación rara, mezcla de nervios y ansiedad; que crecieron aún más cuando mi papá me miró y dijo:
_ Hoy vas a cumplir tu sueño hijo.
Casi me desmayé, toda mi infancia pasó por mi cabeza, los recuerdos de las mascotas con los jugadores, las noches de desvelo pensando en pisar el suelo de la cancha, la foto con el equipo, todo en menos de un segundo.
Como dos criaturas corrimos hacia el playón de la entrada para hacerle guardia a los jugadores.
Lentamente comenzaron a llegar, saludaba a todos con una timidez increíble, me temblaban las piernas y no me salían las palabras; era la primera vez que veía a mis héroes tan de cerca.
Pasaron uno a uno delante mío pero yo seguía sin entrar al vestuario porque mi ahora amigo y en aquel momento ídolo del plantel “ Pichón ” Juaréz como buen santiagueño se hizo esperar y llegó último con su tranquilidad característica.
Yo seguía tan nervioso que por momentos me pellizcaba para saber si era realidad lo que estaba viviendo.
Al entrar el vestuario ( ya con nuestro guía de lujo ) me saqué fotos con todos los jugadores, el “ Mandioca ” Guzmán, Maxi Cuberas, Vivaldo, Vásquez, Gonzáles, Álvarez y demás ilustres desconocidos para algunos, pero no para mí; porque sabía y recuerdo a cada uno de ellos muy bien.
Conocí el mítico y casi desaparecido túnel por donde salían los jugadores. Subí esos escalones con los ojos cerrados y recién los abrí cuando pude sentir el olorcito a césped recién regado.
Más de una vez contuve mis lágrimas, no quería flaquear porque empeñarían mis ojos llenos de imágenes imborrables.
Después de pasar un rato sentado en el banco de suplentes, viendo sin entender y fantaseando ser un jugador de recambio, volvimos al vestuario ya para mantener los últimos contactos con los muchachos, desearles mucha suerte en el partido y prepararme para cumplir mi ansiado sueño de purrete.
La espera en la boca del túnel duró casi 15 minutos ( juro que para mí fueron más de 10 horas, era tal la ansiedad que tenía que me pareció que cada segundo se convertían en minutos y los minutos horas ).
Levanté la cabeza y miré a los cuatro sectores del estadio que estaba repleto de hinchas cantando y agitando banderas, aguardando la salida del equipo con papeles en sus manos a punto de ser dispersos a cualquier lado por el accionar del cálido viento veraniego.
_¡ Vamos nene que salimos ! – me dijo Juárez tomándome de la mano para que yo corriera a la par de él.
No pude decir nada, las palabras sobraban en ese momento. Quise callar; pero mis ojos hablaron por mí en ese sublime momento.
_Levanta las manos, saluda a la gente – me ordenó el central.
Lo hice, y toque el cielo con mis manos. Parecía un jugador profesional y más aún cuando posé para los fotográfos ( entre ellos mi padre ) con el brazo de nuestro capitán y símbolo de las inferiores Adrián “ Chupete ” Marini apoyado sobre mi hombro.
Me estreche en un fuerte abrazo con “ Pichón ” y luego de agradecerle, corrí desesperado buscando a mi viejo para abrazarlo hasta llegar a emocionarnos ambos hasta las lágrimas.
Ese día me di cuenta que el Niño Dios existe, para mí se llama Oscar, pero con orgullo le digo PAPÁ.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

MUESTRA

todos invitados!!!

miércoles, 22 de octubre de 2008

domingo, 6 de julio de 2008

feria del libro

Panel con las obras del Seba montado durante la presentación de Alejandro Fabbri.

Dos potencias se saludan!...Fede junto a Alejandro Fabbri

lunes, 23 de junio de 2008

ULTIMA SEMANA!!!

Ultima semana de lo que el futbol se llevó!!!...de 8 a 12 y de 15 a 19hs...en el Museo de Santo Tomé (Libertad y Sarmiento)

sábado, 31 de mayo de 2008

viernes, 4 de abril de 2008

En las buenas y en las malas



EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS (cuento de futbol)

por Fede Martinez, ilustración Seba Farias

_No estoy llorando! ( le dije a mi vieja )
_Vamos Rubén, te conozco demasiado. ( me contesto )
_Es que me entró un bicho en el ojo y solté un par de lágrimas, nada más.
_¿Y los mocos que se le están cayendo? ¿Qué?¿ el bicho le aflojó los chocolates?. Ahhhh, ya entiendo, se peleó con la Sandrita.
_No vieja, no me joda, ¿acaso no escuchó la radio? Me va a decir que no sabe que descendimos? Que nos fuimos a la B, que el próximo torneo no jugamos contra Boca, River, San Lorenzo, contra los grandes de verdad. ¿Adonde vive usted?
_¿Pero por eso llora? No sea abombado hombre...
_Discúlpeme mi tata, déjeme sólo...
Y ahí quedé, tirado en la cama, culo pä rriba, mirando el poster del chimpancé con la camiseta de Alumni (ese poster lo tienen todos, lo único que cambia es la camiseta, mono traidor, se pone cualquiera) y apretando mi almohada mientras derrama un llanto que aliviaba mi angustia.
Todavía me retumbaba en la cabeza ese último pelotazo que se estrelló en el travesaño y, que si hubiera entrado, cambiaba la historia. Recordar el rostro desfigurado de dolor de toda la gente que llenó la cancha ( como siempre ) cuánto desconsuelo...
El saber que nuestro clásico rival se quedaba en primera y nosotros otra vez a remarla en Torneo Nacional de Ascenso. Aguantarme las cargadas del " Pelado " Duarte, soberbio hincha del rojo de Avellaneda y enemigo íntimo de los equipos chicos, porque decía que le quitaban espectáculo al fútbol de jerarquía.
¿Pero a quién le ganó este gil? él porque no sabe lo que es pelearla desde abajo. Si tampoco festejaba los campeonatos de Independiente porque " ya estaba acostumbrado a ganar", ¡que fanfarrón!
Mientras que a mí se me había caído el mundo en un cabezazo al ángulo que "Pipo" Marconeti no pudo atajar. Lo único que quería era dormir y despertarme cuando empezara el torneo de la divisional de ascenso que era en dos meses.
Encima, lo tenía a mi viejo en el hospital, internado por un pre infarto leve.
¿Cómo carajo hacía para contarle que perdimos? y, por ende, el descenso directo. No se lo podía ocultar, yo sabía que cuando me viera lo primero que me iba a preguntar era el resultado del partido.
Me faltaban tres horas para ir a verlo, y todavía no lograba levantarme de mi cama debido a mi angustia. Pero no podía fallarle a mi papá, era injusto pobre, gracias a él conocí lo que es la pasión por un club, no le podía pagar de esa manera.
Practiqué durante media hora la mejor forma de decirle las cosas, para que no lo tome tan mal, nunca supe cuál sería. Entonces agarré la campera de cuero negro que estaba colgada en el respaldar de la silla, sequé mis lágrimas con un pañuelo, azoté la puerta y me fui a la parada del 46 q me dejaba a una cuadra del hospital español.
Durante el viaje, intenté dormir un poco, pero cada vez que cerraba los ojos me aparecían imágenes del partido, flashes, recuerdos...tristes recuerdos.
Me levanté de mi asiento una cuadra antes de la parada y una vez que descendí del colectivo, mejor dicho, que bajé del colectivo, me imaginé la cara que podría llegar a poner mi padre con la noticia, y verdaderamente me asusté. Me quedé parado... sin saber q hacer... medité durante unos segundos, respiré hondo, tomé coraje, y me largué a caminar esos 100 metros que me quedaban, prácticamente a los empujones.
Al entrar al hospital y saludar a la Sra. de la entrada ( que por cierto debe haber sido hincha de Alumni por la tristeza que tenía en su rostro) me dirigí hacia la habitación nº 18 donde estaba "el gordo" Mandurga, mi viejo.
Sin hacer nada de ruido entré a verlo y al darme cuenta que estaba dormido, me quedé un poco más tranquilo porque aún no tenía que decirle nada. Me senté en una silla que había a su lado y al sacarme la campera, no vá que el cierre pegó sobre la pata de hierro y ese simple ruido hizo que se despierte.
Medio dormido todavía me dijo:
_Hola Rubencito. ¿Y? ¿Ganamos?¿ Nos quedamos otro año en primera, no?
_Hola papá (atiné a decirle tartamudeando)
_Que tanto hola, contestame...
Me quedé helado, un sudor frío comenzó a recorrer todo mi cuerpo, no sabía que decirle, sólo agaché la cabeza.
_Ahgg, deja nomás, no me digas nada con la cara que pusiste seguro que descendimos, ¡puta madre carajo!
¡La cara que tengo que haber tenido para que sólo se diera cuenta! Pasa que era así, no lo podía ocultar y menos a un tipo que me conoce tan bien y que siente lo mismo que yo, era imposible.
Lo miré a los ojos y ya más tranquilo me dijo...
_Y bué, que vá a ser, ya vendrán tiempos mejores. ¿Sabés los descensos que tengo en el lomo yo? Con este es el quinto. ¿Y sabés una cosa? Fueron las únicas veces que lloré de verdad, con sentimiento y dolor. ¿O acaso vos no lloraste?
_Claro pá, como no voy a llorar...
Tomó mi mano, la apretó fuerte y se suscitó una charla que comenzó de esta manera...
_Muy bien hijo, te felicito porque hoy conociste el amor, el amor a los colores, a la camiseta, al barrio, a la enseñanza que nos dejó el abuelo.
Esto es amor, amor sincero, puro, verdadero que sólo el fútbol te puede dar. Porque más de una vez te vas a pelear con el mundo con tal de defender este sentimiento inexplicable, que sólo vos entendés.
Es el único amor que nunca, ni por nada, ni por nadie lo vas a cambiar, es fiel de verdad.
Porque naciste y vas a morir hincha del club que elegiste, por éste amor das todo, sin pedir nada a cambio, porque siempre lo vas a querer, aunque desciendas, pierdas campeonatos o lo que sea, siempre vas a estar ahí; alentando, puteando, llorando ya sea de alegría o tristeza, será la herencia que vas a recibir y la que vas a dejarle a tus hijos.
Es así pichón, no hay vuelta de hoja.
Después de escuchar esas palabras sentí un gran alivio, por la forma en que me habló y cómo lo había tomado. Al final lo tenía más claro que yo al tema.
Que grande el gordo... infartado y todo... me seguía dando sus enseñanzas y por si fuera poco me explicó lo que es el amor y recién en ese momento entendí lo que era.
Hoy miro para atrás y pienso lo lejos que quedó ese momento en mi vida, ya han pasado 10 años de aquel 15 de diciembre de 1988.
Gracias a Dios este presente es totalmente distinto, todavía estamos festejando otro nuevo ascenso. Después de tantos años de frustración y tras dos finales perdidas.
Es por eso viejo, que mientras en una mano tengo tu foto y en la otra llevo en brazos a mi primer hijo, para que de chico sepa lo que es esto, es que damos la vuelta olímpica juntos, solos los tres, con el sol de invierno a punto de caer... es una hermosa postal, ojalá estuvieras acá con nosotros para compartirlo.
Pero no te preocupes, porque se que allá a lo lejos y con el abuelo estás festejando éste nuevo logro, y quedate tranquilo que ahora me toca a mi inculcarle a mis hijos el amor por nuestro querido Alumni.
SALUD CAMPEON. HASTA SIEMPRE.


martes, 11 de marzo de 2008

se viene la muestra...

MAYO 2008 Muestra de "Lo que el fútbol se llevó" pronto más info...

(diseño de logo Fede Supertino)

miércoles, 27 de febrero de 2008

Los ángeles de Paco


Los ángeles de Paco (cuento de fútbol) por Fede Martínez, ilustración Seba Farias

Los que saben, dicen que jugador de fútbol se nace, no se hace. Será por eso que a Rafael "Paco" Redoni siempre le costó más que a nadie llegar a jugar como titular.
El pibe era arquero, bastante flojo y aunque le ponía empeño para mejorar nunca le alcanzaba. Siempre recuerdo el día que faltó el "flaco" Giménez, nos comimos ocho gracias al joven manos de manteca Redoni.
Pienso que estaba en el equipo porque era buen tipo, siempre era el primero en la fila a la hora de correr, alentaba a sus compañeros permanentemente. Se mataba practicando como si iría a jugar el sábado, pero sabía que le era muy lejana esa posibilidad.
Así y todo jamás faltó a un entrenamiento, llegaba antes que todos y se iba último!
Un día, yo como periodista de una radio local, le hice una pequeña entrevista en la que indirectamente le decía que ya era hora de que se alejara de las canchas, que le dé lugar a los de abajo; Paco me miró, sonrió y me dijo de manera certera... "por mí no te preocupes, algún día me llegará la gloria..." y se fue caminando despacio, silbando por lo bajo y con la frente siempre alta, quizás sabiendo que eso era imposible, por lo menos era lo que yo pensaba.
Ya habían pasado casi tres años de estar todos los partidos en el banco de suplentes del Sportivo San Martín, esperando siempre su oportunidad para ir al arco.
Yo siempre pensaba, pobre Rafael, ni los Santos ni los ángeles se acuerdan de este pobre tipo para regalarle un milagro... pero no... a veces los milagros existen y se pueden ver.
Hubo un partido que fue inolvidable para la retina de mis ojos: la última fecha del regional contra Atlético Urquiza, estábamos punteros a dos unidades del segundo que era nuestro clásico rival, con el empate éramos campeones, ¡¡¡sí, campeones después de 12 años de sequía!!!
El estadio de Sportivo hervía, 5000 personas se dieron cita para ver el partido; hasta el gobernador y su familia estaban sentados en la platea, no faltaba nadie. Se me pone la piel de gallina con el sólo hecho de cerrar los ojos y recordarlo...
Ganábamos 1 a 0 con gol del "chamaco" Elías, cuando el mejor jugador de ellos, de apellido Marasca, nos clavó un cabezazo al ángulo, certero, inalcanzable para nuestro portero. Para colmo de males, se nos lesiona nuestra estrella y carta de gol, el "tanque" Vargas...
Nuestro DT se dio vuelta, miró hacia el banco de relevos, señaló a Paco, lo llamó y le dijo... "cambiate de camiseta, ponete la 16, entrá y llenate la boca de gol...". Rafa quedó atónito, pero no podía hacer nada; él lo que le pedían hacía, era muy respetuoso en ese sentido, y ahí nomás se mandó para la cancha casi sin entender nada, pero contento por la oportunidad y confianza entregada.
Qué locura, pensé, poner a un guardametas de atacante, a un tipo que hace años que no toca una pelota ni con la mano, menos lo va a hacer con el pie.
Un poco más tranquilos y con el partido casi terminado, todos empezamos a festejar antes de tiempo, cosa que recomiendo nunca hacer…
En una jugada confusa, donde tiramos mal el achique, un delantero contrario queda mano a mano con nuestro portieri, el que le comete un penal evidente que nos hizo temblar a todos, y no sólo eso, sino que también fue expulsado por ser último hombre...
Paco en el centro del campo, no entendía nada, miraba sin ver para todos lados, hasta que sintió una dulce voz que le decía… "Lo tuyo es el arco, andá, nosotros te apoyamos..."
Paquito desató una carrera loca hacia donde se ubicaba el utilero para robarle el buzo y los guantes que le pertenecían después de tanto tiempo, para luego caminar lentamente con destino al arco que tanto extrañaba.
A más de uno lo vi retirarse con la cabeza gacha pensando que sería otro año sin títulos, lo confieso, yo también me quise ir, pero en el momento recordé lo que me había dicho Rafita, eso de la gloria y que se yo qué más.
¡Qué tarado soy!, pensé, si éste está más piantado que yo, encima el penal lo pateaba el "látigo" Ferreira, que nunca erraba, ni con los ojos vendados.
Redoni estaba confiado, pero a la vez se sentía como un rehén a punto de ser fusilado. Cerró los ojos, miró al cielo, se persignó y esperó hasta que el "látigo" sacara su remate con destino de red seguro.... si no fuera porque Paco logró desviar el balón con la punta de su botín izquierdo, mandándola al tiro de esquina, que nunca pudo realizarse porque el árbitro dió el pitazo final para alegría de todos los que estábamos presentes.
La gloria le había llegado, sin saberlo, pero siendo esperada en algún momento, era el hacedor de la hazaña de todo un pueblo, el héroe de las historietas, el sapo que se convierte en príncipe, el tipo que pasó de la oscuridad a la luz eterna en pocos minutos.
Una vez terminados los festejos y un poco más relajados de tanta algarabía, nos cruzamos en el túnel de salida, nos fundimos en un fuerte abrazo de amigos, y palmeándome la espalda me dijo... "viste, te dije que un día la gloria me iba a llegar, ¿sabés porqué? Porque nunca me olvido de mis ángeles, sé que ellos me cuidan y ayudan en todo momento, porque ese penal no lo hubiera podido desviar si ellos no hubiesen estado conmigo en ese momento. Te confieso algo, ese penal lo atajamos tres personas, mi hijito, mi hermano más chico y yo. Por eso nunca, te olvides de tus angelitos porque siempre están..."
Y se marchó... con su bolsito a cuestas y lleno de felicidad, no por ser el héroe ni por ser el nuevo ídolo, sólo por haber sentido cerca de él a sus fieles angelitos.


miércoles, 6 de febrero de 2008

Miguelo de primera


Miguelo de primera (cuento de fútbol) por Fede Martinez. Ilustración Seba Farias

Esa mañana de domingo me levanté distinto, confiado, con una alegría que sorprendió hasta a mi pobre viejita.
Tomé mi mate cocido con pan y salí al patio de tierra a patear contra el paredón de madera. Pum de derecha, pum de izquierda, más de una madera terminó quebrada de tanto recibir pelotazos. Así por lo menos hora y media. El solcito primaveral que me pegaba en la espalda ya me había robado el buzo y la remera y mi cuerpo empezaba a entrar en calor y en color cada vez más rápido.
A comer gritó mi papá Héctor, así que lavé mis manos y mi cara a esta altura llenas de tierra y sudor, antes de sentarme en la mesa.
Mientras almorzábamos mi padre me dio la peor noticia que podía esperar un domingo..." Mirá Miguelo esta tarde no voy a poder ir a verte, tengo q hacer un reemplazo en la fábrica, se me hace imposible, yo sé que ya sos grande y sabrás entenderme.."
Creo que se me cayó la cara sobre el plato y mi pera se quemó con el guiso carrero que había hecho mi tata, porque sentí un calor que recorrió todo mi cuerpo hasta hacerme transpirar.
Pasa que mi viejo, mi hincha número uno, mi espejo, mi mejor crítico y defensor, no iba a verme jugar, después de seguirme incansablemente por distintas canchas y pueblos de alrededor, nunca había faltado, nunca. Siempre estaba presente, con lluvia, frío, viento, si el último partido había soportado el granizo que cayó de golpe y que echó a los pocos padres que nos estaban mirando.
Cómo podía ser? Siempre que él iba me sentía respaldado, sabía que su grito de aliento estaba detrás del alambrado para ayudarme a que las cosas me salieran de la mejor manera.
Terminé de comer a duras penas, en cada bocado me parecía tragar arena de la forma que raspaba mi garganta, y sólo pasaba con un poco de agua que desaflojaba el nudo q tenía en la garganta.
Fuí a mi habitación, enrollé las vendas, lustre un poco más mis botines, junté del respaldo de mi cama el rosario de mi abuela, ése de madera que tomé prestado el día en que se mudó a pocas cuadras de casa, pero lejos de la realidad. Un rosario similar al que le regalé a Catalina, mi novia, nada más que ella no sabe que era de mi vieja y lo que representa para mí que ahora esté en sus manos, se lo dí porque se que lo sabe cuidar. Terminé de guardar todas las cosas en el botinero, abrazé a papá y luego de darle un beso en la frente a mi madre, me fuí pateando toronjas camino a mi querido Club Social y Deportivo Sarmiento. Ahí donde jugaron todos los hombres de la familia, aunque dicen que la tía Elenita era la q mejor jugaba, pero en los años 60 no estaba bien visto que una mujer juegue al fútbol.
Al llegar, me dirigí hacia el vestuario para encontrarme con mis compañeros de la reserva, al cerrar la puerta del vestuario volví a sentir lo mismo que al despertar, la sonrisa volvió a mi boca. Más aún cuando el DT me vaticinó..." Miguelito no te cambies todavía tu partido empieza más tarde, hoy jugás en primera..."
En ese momento un escuadrón de pingüinos golpeó mi cabeza, helando mi sangre. No sabía si ponerme contento, agradecer, llorar, gritar o patalear, lo único que hice fue quedarme mudo y con bronca por no poder ir a contarle a mi padre la novedad. Pensé en tomarme el subte y contárselo, pero entre viaje de ida y de vuelta a la fábrica no iba a llegar para el comienzo. Me puso mal el hecho de saber que le encantaría ver mi debut, se iba a sentir con culpa seguramente.
Al llegar la hora del partido mis piernas comenzaron a sentir un leve cosquilleo que subió hasta mi estómago. Logré tranquilizarme pensando que la titularidad no era mía de forma segura, algo que descarté inmediatamente al ver que el utilero me daba la camiseta número 10 con una sonrisa picaresca y diciéndome..."No te aflijas, entrá y hacé lo que sabés, como siempre..."
Esto no puede ser, pensaba una y otra vez, tanta alegría, así tan de golpe y no tener la dicha de que mi viejo la vea. Sentía que todo iba bien y cada vez mejor, pero mal a la vez, era inentendible para mí.
Salté a la cancha, toqué el cesped con mi mano derecha, me persigné mirando al cielo (como pidiendo ayuda) y después corrí inconscientemente hacia el lugar que ocupaba papá para levantarle el pulgar saludándolo en forma de cábala. Pero justo ese día q más lo necesitaba no estaba allí.
Durante el partido estaba casi ido, pensando en otra cosa, hasta que " Cachito " Gonzalez, nuestro DT, me llamó la atención desde el banco para que me
concentre y haga mejor las cosas. Ahí me dije: Bueno, ya está o aprovecho la oportunidad que me dieron o me sacan y termino más triste de lo que estoy.
El encuentro era feo, chato, como dicen... un 0 a 0 clavado. Hasta que estando parado en la media luna del área grande, recibo un pase perfecto y al darme cuenta de que estaba sólo, sin marcas, saqué desde lo más profundo de mi ser un terrible zapatazo q se clavó en el ángulo superior izquierdo del arquero contrario.
No lo podía creer, desaté una carrera desenfrenada hacia ninguna parte, me saqué la camiseta (abajo tenía una remera que decía, PARA VOS VIEJO) la revoleé para todos lados, estaba loco, no sabía qué hacer, mis compañeros me abrazaron tanto que terminamos tirados todos en el suelo.
La dinastía de los Hernández seguía haciendo historia en el club donde jugó toda la familia.
Una vez terminado el partido, que a propósito perdimos 3 a 1 (pero a mí poco me importó porque ese día el gol para mí equipo lo había hecho yo) y luego de comer las típicas hamburguesas a la parrilla que con tanto esmero nos regalaba la comisión de padres, emprendí la caminata de vuelta hasta casa con una gran sorpresa de regalo. Ese día batí mi propio record, caminé 30 cuadras en sólo 15 minutos, estaba muy ansioso por llegar.
Al entrar a casa y mirar sobre la mesa, noté que había un papel, el cual ignoré por completo, porque preferí acercarme hasta la habitación de mis padres para contarles mi hazaña. Pero al abrir la puerta y encontrarlos durmiendo profundamente, no me quedó otra que esperar hasta la mañana siguiente cuando ellos despertaran.
De vuelta en el comedor, tomé por curiosidad el papel que vi al llegar y q sin darme cuenta tenía mi nombre. Lo abrí y efectivamente era una nota para mí que decía... " Miguelo sabía lo de tu debut en primera, preferí decirte que tenía que trabajar para que puedas jugar tranquilo, lo hiciste muy bien y convertiste un golazo de otro partido. Te quiere. Tu papá..."
Un arsenal de lágrimas explotaron de mis ojos y una mochila muy cargada de tristeza saltó de mis espaldas. Es que mi viejo, ése que pensé que había faltado, estuvo más presente que nunca, como siempre a mi lado, disfrutando.
Lo que sí, aunque nunca se lo dije, es que presentí que había ido, porque una vez que hice el gol escuché su gruesa voz, justo detrás del arco donde había convertido.

jueves, 31 de enero de 2008

CARTA PARA LIS (cuento de futbol) por Fede Martinez



Avellaneda 25/8/1991

Querida Lis: Han pasado ya cinco meses de tu partida, sé que es difícil contactarnos por el tema de los horarios y demás, por eso lo único que me queda es mandarte esta carta en la que quiero contarte cómo me está yendo en mi carrera de futbolista, esa por la que tantas noches rezamos juntos para que se me dé.
Un mes después de que te fuiste, comencé a entrenar con el plantel profesional, me di el lujo de correr a la par de “la tota” Fabbri, “Goyco”, Rubén Paz y tantos otros más.
Me hubiese encantado que estés para mi debut, fue algo mágico, indescriptible, lleno de emociones, largo de contar en una sola carta. Pero no te preocupes, los muchachos del pueblo me lo grabaron entero y me lo trajeron a la pensión para que lo puedas ver cuando regreses. Te juro que me temblaba todo y se me notó más el susto cuando después del partido, me hizo una nota el Flaco Viale.
Disputé cinco encuentros en Primera; todos con muy buenas actuaciones, hasta me citaron para una preselección de la Juvenil Argentina; no quedé, pero no fue por mi culpa.
¡La hinchada me conoce y me aprecia mucho! El último partido que jugué, salí por un dolor en la rodilla y me reemplazó otro pibe de las inferiores de apellido López, le dicen "el piojo", cuando me retiré todo el cilindro coreaba:"...olé olé olé olé Mati Mati...olé olé olé olé Mati Mati..." Fue una emoción muy grande, casi me largo a llorar, se me puso la piel de gallina, encima mi familia no había podido viajar porque tuvieron que cuidar a la tía Sara que estaba jodida por la artrosis.
Lo más importante que quiero contarte, es que en la 10ma. fecha, contra Platense convertí 2 goles. El 1º fue de cabeza y el 2º de tiro penal (se la piqué al arquero como vos siempre me pedías que haga. ¿Te das cuenta? A la distancia te sigo haciendo caso).
¿Sabés cómo festejé los goles? Cuando hice el 1º me arrodillé en el pasto y comencé a tirar besos con mi mano hacia el norte, donde vos estás, para que te lleguen, en forma de dedicatoria. Para el 2º gol hice algo más evidente, salí corriendo desesperado hacia una cámara de ATC, la tomé con mis manos y bien cerca del micrófono, grité: "Para vos Lis, te quiero amor".
¡No te das una idea cómo me gastaron mis compañeros! el “Coco” Reynoso no paró de joderme, pero el “pato” Miguez dijo que soy un fenómeno porque impuse una moda; ahora todos los jugadores de distintos equipos hacen lo mismo. Qué sé yo, a mí me salió así, no lo pensé mucho, vos me conocés.
Bueno linda, espero tenerte pronto junto a mí, te tengo guardadas las camisetas de tus ídolos, la de "gambetita" Latorre y la del "turquito" Mohamed; las únicas que te pude conseguir, porque lamentablemente tuve que dejar el fútbol por culpa de una maldita lesión en la rodilla derecha que ya no me responde más.
Pero vos no te preocupes, quedate tranquila, ya me estoy recuperando de la operación y a la vez estoy haciendo el curso de técnico, porque el club me va a designar una categoría en las inferiores, para seguir ligado al fútbol, que es una de las cosas que más amo.
De mi parte te puedo decir que estoy bien y con paciencia, esperando que todo pase para empezar a trabajar pronto.
Además no me puedo quejar, porque sé que es difícil llegar, y yo no sólo llegué, sino que también pude hacer un par de goles. Pero lo más importante es que pude gritarle al mundo lo mucho que te quiero.

Pd: En el clásico contra Independiente estrenamos una bandera que reza: "Más allá de toda lógica, más allá de toda razón, te entrego mi alma y mi corazón". La frase es mía, la hinchada piensa que es el sentimiento que tengo por la Acadé, pero en realidad es lo que siento por vos.
Hasta la vuelta, besos.